miércoles, 22 de junio de 2011

Capítulo ocho.

Día 30 de junio, mañana me iba al campamento, así que tenía que hacer la maleta. Saqué la maleta del armario y comencé a sacar ropa del armario. Ropa cómoda para estar en un campamento, pero también meteré ropa para "salir", por si algún día hacíamos alguna fiesta. Metí en la maleta diez boxers, diez pares de calcetines, quince camisetas de manga corta, una chaqueta de manga larga por si hacía frío algún día, diez pantalones piratas, cuatro pijamas; aunque no sé porque meto pijamas si normalmente suelo dormir sin camiseta y en boxers y seguro que allí los chicos harán lo mismo. Cuando acabé de hacer la maleta, llamé a mi madre, ya que no se me ocurría que más me podía llevar. Mamá dijo que me llevara un chubasquero, porque a lo mejor llovía. Yo le decía que dudaba muchísimo que lloviera. Pero, más tarde, miré en el ordenador el tiempo que haría todo el mes de julio. Y efectivamente, había una semana que a lo mejor habían nubes. Y también habían dos días que iba a llover bastante. Mamá tenía razón, así que metí el chubasquero en la maleta. Cuando ya pensaba que lo tenía todo me acordé del móvil y del cargador. Lo busqué, miré el móvil y lo puse a cargar. Cuando acabó de cargar metí el cargador en la maleta y el móvil lo puse al ladito de mi cama para acordarme. El móvil estaba junto al Ipod para llevarme los dos. El Ipod estaba cargado completamente y llevaba dos baterías por si acaso una se acababa. Las dos baterías las compré el año pasado para un viaje que hice a Nueva York. Cuando volví de aquel viaje, las guardé y se me olvidó donde las metí. Una semana antes de irme, arreglando mi habitación para cuando volviera encontrármela limpia y no deprimirme de ver la porquería que había de por medio, las encontré y me las puse en un lugar donde siempre sabría donde estaban, las guardé en una funda donde guardo los cd's y dvd's. Acabé la mochila, hice una lista con todo lo que me llevaba para que cuándo esté allí no pierda las cosas el último día. En cuanto acabé de hacer la lista, miré que deberes me faltaban. Solamente me quedaba un tema de física y química así que lo acabé rápidamente. No tardé mucho. Cuando acabé, por arte de magia, sonó el móvil provocando que me asustase. Lo cogí. Era Martín. Me decía si quería quedar. Le dije que vale, ya que había acabado de hacerlo todo. Dijo que nos veríamos en la tienda de música que está a dos calles de mi casa en una hora, es decir, a las 20:30. Acepté y me fui corriendo a coger la ropa para salir y ducharme. En cuanto acabé de ducharme y vestirme, cogí un poco de dinero de mi madre, me despedí y me dijo que a las 22:30 como muy tarde en casa, ya que al día siguiente si quería llegar a tiempo al campamento me tenía que despertar a las ocho. Le di un beso y salí corriendo. Llegué en veinte minutos, ya que iba lento y tenía tiempo. Cuando llegué ya eran y media, allí estaba Martín, solo, esperándome. Cuando llegué nos fuimos a dar una vuelta y en cuanto llegamos al restaurante del padre de un compañero de clase me puso una venda en los ojos y me llevó a saber dónde. Me decía por donde tenía que ir; derecha, izquierda, escalón, queda poco, tranquilo... y así todo el rato. Pasaron más o menos quince minutos desde que me había puesto la venda. Acabé de subir unas escaleras. Yo no tenía ni idea de a dónde me llevaba, pero la duda me atraía un misterio muy divertido. Llegamos a una casa, solo se eso. De repente noté como Martín me soltaba, escuchaba un silencio que daba miedo y todo. Noté unas manos que se acercaban a mí, las manos temblaban y estaban frías, eran suaves y delicadas, supongo que eran de una chica. Esas manos tan misteriosas me agarraron de la cabeza y me quitaron la venda. La luz estaba apagada y seguía sin ver nada, ni siquiera de quién eran aquellas manos tan suaves y delicadas. Entonces, de repente, alguien encendió la luz, iluminando toda la habitación y la gente. De repente, se alzaron todos y gritaron: "¡¡Sorpresa!!". Yo, ilusionado me reí, no me lo esperaba. Me giré para ver de quien eran aquellas manos, eran de Sofía, la chica que conocí en la playa. Me gustaría saber cómo han contactado con ella, se supone que nadie sabía que yo tenía su número ni nada.
-¿Y esto?-pregunté muy emocionado.
-Pues es una sorpresa, como te vas mañana y no te veremos hasta el mes que viene, pues nos queríamos despedir de ti a lo grande-me explicó Nata.
-Ah...que bien, muchas gracias, me encanta.
-Jajaja, de nada-contestaron todos a unísono.
-¿Y de quién ha sido la idea?
-La idea fue mía-dijo Sofía
-Ah.. ¿y cómo sabías tú que yo me iba a un campamento todo este mes?-pregunté extrañado.
-Pues porque hace unos días me encontré con Carol, Laura y Nata por la calle y una cosa llegó a la otra y me acabaron de contar que te ibas. Y de allí saqué la idea. ¿Te gusta?
-No. ¡Me encanta!-contesté mientras le daba un abrazo.
-¡Oh!-dijeron todos a unísono otra vez.
Cuando me di cuenta de la hora, eran las 22:00, así que llamé a mi madre a ver si me dejaba más rato.
-Mamá, ¿me dejas más rato?
-¿Por qué?
-Porque me han hecho una fiesta sorpresa para despedirme y me estoy divirtiendo mucho.
-Bueno vale, tú sabrás lo que haces, a las doce te quiero en casa y no llegues tarde esta vez.
-De acuerdo, gracias.
Me quedé en la fiesta hasta las 23:30. Estuvo super divertida, todo el mundo bailando, riendo, gritando, etc. Cuando ya eran las 23:30, Sofía y yo nos fuimos, despidiéndonos primero de todos y yo dando las gracias por la sorpresa. Sofía tenía que llegar a las doce a casa como yo, así que no nos paramos mucho. Tardamos veinte minutos en llegar a su casa. Cuando nos despedimos, no fue una despedida normal, fue mágico. Me dio un beso de aquellos que jamás olvidaras. Me hubiese quedado más tiempo, pero el problema era que tenía que volver a casa rápido o si no mi madre me echaría la bronca y estaba tan feliz que no quería que nadie me quitase esa felicidad. Así que le di un último beso, un abrazo y salí corriendo camino a mi casa. Cuando llegué eran las doce en punto. Así que mi madre no me dijo nada. Me metí en la cama e intenté dormir, pero no pude, no conseguía olvidar lo que había pasado y mucho menos aquel beso tan maravilloso.

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